Liderazgo y
habilidades blandas
Publicado en El Mercurio de Valparaíso
Una cifra alta si se considera su efecto en los costos sociales y económicos ocultos que esta cifra conlleva.
Las habilidades blandas se han puesto de moda al comprobarse que son estas las claves fundamentales para alcanzar metas individuales y organizacionales. Investigaciones desarrolladas por la Universidad de Harvard, la Fundación Carnegie y el Centro de Investigación de Stanford han concluido que “el 85% del éxito en el trabajo proviene de tener destrezas blandas (…) y sólo el 15% del éxito laboral proviene de habilidades y conocimientos técnicos.” (National Soft Skills Association, 2016).
La complejidad de este escenario aumenta por el hecho de que las habilidades blandas no suelen certificarse en programas formativos formales.
Gracias a los aportes de la psicología cognitiva y la neurociencia aplicada, se ha podido dejar atrás el debate de si el líder se hace o nace. El liderazgo, como toda habilidad, se aprende y se desarrolla y la velocidad de su desarrollo vendrá asociada al talento individual y a la perseverancia para sostener su aprendizaje.
No obstante, nuestro modelo educativo continua insistiendo en una formación más volcada a los contenidos y a las habilidades cognitivas por sobre el desarrollo de habilidades que son el sustrato en la formación de un líder.
Al respecto se deben tener en consideración tres pilares: que es un proceso de aprendizaje y por lo tanto los resultados no son inmediatos, sino que se obtienen a largo plazo; que se deben cultivar experimentándolas, ya que es la práctica y no la teoría la que les permite interiorizarlas; y, finalmente, que estas habilidades se aprenden a partir de los errores y de la capacidad de volver a intentar después de haber fallado. Antes de la masificación de internet los docentes y formadores entregaban contenidos a los alumnos, ahora ellos encuentran mejor material y contenidos en google. El foco hoy debe centrarse en el valor agregado que un formador puede entregar a dichos contenidos y ahí surgen las habilidades no cognitivas.
He podido constatar que un alto porcentaje de mis alumnos con una marcada muestra de alguna de las competencias y habilidades propias del liderazgo, tales como capacidad de comunicar y motivar, trabajar en equipos, negociar, alta empatía, capacidad de visualizar soluciones, capacidad de tomar acción, perseverancia y destacado juicio crítico, entre otras provienen de familias y colegios en donde se ha propiciado a través de una dinámica formativa rica en experiencias que promueven el desarrollo y práctica de estas competencias y habilidades.
Sin duda que cuando ellos ingresen al mundo laboral, se verán beneficiadas las organizaciones a las cuales se incorporen o las que ellos mismos desarrollen como emprendedores. Pues existe una alta correlación entre los resultados que logra una organización en diferentes frentes tales como calidad de servicio, compromiso, climas laborales e incluso la rentabilidad con la capacidad de liderazgo de sus directivos. Y este punto lo hemos podido constatar en nuestro equipo en diversas consultorías a empresas de diferentes industrias.
Por otra parte, resulta poco probable que nuestros líderes y colaboradores puedan desarrollar habilidades blandas sin que exista de previo valores que promuevan la tolerancia, la inclusión y la sensibilidad a los problemas de otros. Porque sin valores no hay éxito. Mucha razón tiene Howard Gardner, psicólogo y autor de la teoría de las inteligencias múltiples, cuando indica que “Una mala persona no llega nunca a ser buen profesional”. Pero esto es parte de otro artículo.
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