Liderazgo y
habilidades blandas
Publicado en El Mercurio de Valparaíso
Existe pleno acuerdo que para alcanzar objetivos en cualquier organización, se requiere contar con líderes en diferentes puestos dentro de su estructura. Más aún, un estudio publicado hace tres años atrás por América Economía daba cuenta que el 92% de los proyectos que no habían visto el éxito en su puesta en marcha, encontraban sus razones en dinámicas grupales propias de organizaciones humanas. Entre estas se encontraban los conflictos interpersonales y grupales, problemas de comunicación, descoordinación, falta de compromiso, etc.
Una cifra alta si se considera su efecto en los costos sociales y económicos ocultos que esta cifra conlleva.
Las habilidades blandas se han puesto de moda al comprobarse que son estas las claves fundamentales para alcanzar metas individuales y organizacionales. Investigaciones desarrolladas por la Universidad de Harvard, la Fundación Carnegie y el Centro de Investigación de Stanford han concluido que “el 85% del éxito en el trabajo proviene de tener destrezas blandas (…) y sólo el 15% del éxito laboral proviene de habilidades y conocimientos técnicos.” (National Soft Skills Association, 2016).
La complejidad de este escenario aumenta por el hecho de que las habilidades blandas no suelen certificarse en programas formativos formales.
Gracias a los aportes de la psicología cognitiva y la neurociencia aplicada, se ha podido dejar atrás el debate de si el líder se hace o nace. El liderazgo, como toda habilidad, se aprende y se desarrolla y la velocidad de su desarrollo vendrá asociada al talento individual y a la perseverancia para sostener su aprendizaje.
No obstante, nuestro modelo educativo continua insistiendo en una formación más volcada a los contenidos y a las habilidades cognitivas por sobre el desarrollo de habilidades que son el sustrato en la formación de un líder.
Al respecto se deben tener en consideración tres pilares: que es un proceso de aprendizaje y por lo tanto los resultados no son inmediatos, sino que se obtienen a largo plazo; que se deben cultivar experimentándolas, ya que es la práctica y no la teoría la que les permite interiorizarlas; y, finalmente, que estas habilidades se aprenden a partir de los errores y de la capacidad de volver a intentar después de haber fallado. Antes de la masificación de internet los docentes y formadores entregaban contenidos a los alumnos, ahora ellos encuentran mejor material y contenidos en google. El foco hoy debe centrarse en el valor agregado que un formador puede entregar a dichos contenidos y ahí surgen las habilidades no cognitivas.
He podido constatar que un alto porcentaje de mis alumnos con una marcada muestra de alguna de las competencias y habilidades propias del liderazgo, tales como capacidad de comunicar y motivar, trabajar en equipos, negociar, alta empatía, capacidad de visualizar soluciones, capacidad de tomar acción, perseverancia y destacado juicio crítico, entre otras provienen de familias y colegios en donde se ha propiciado a través de una dinámica formativa rica en experiencias que promueven el desarrollo y práctica de estas competencias y habilidades.
Sin duda que cuando ellos ingresen al mundo laboral, se verán beneficiadas las organizaciones a las cuales se incorporen o las que ellos mismos desarrollen como emprendedores. Pues existe una alta correlación entre los resultados que logra una organización en diferentes frentes tales como calidad de servicio, compromiso, climas laborales e incluso la rentabilidad con la capacidad de liderazgo de sus directivos. Y este punto lo hemos podido constatar en nuestro equipo en diversas consultorías a empresas de diferentes industrias.
Por otra parte, resulta poco probable que nuestros líderes y colaboradores puedan desarrollar habilidades blandas sin que exista de previo valores que promuevan la tolerancia, la inclusión y la sensibilidad a los problemas de otros. Porque sin valores no hay éxito. Mucha razón tiene Howard Gardner, psicólogo y autor de la teoría de las inteligencias múltiples, cuando indica que “Una mala persona no llega nunca a ser buen profesional”. Pero esto es parte de otro artículo.
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